Una de las características fundamentales de toda sociedad es la de cuidar de sus miembros de acuerdo a las reglas que ellos mismos se dan.
En nuestra sociedad, nos preocupamos por los miembros más vulnerables, niños, ancianos, personas con necesidades especiales, etcétera. Pero al tiempo que hacemos esto, también nos vemos sometidos a presiones que nos dificultan la tarea. La evolución demográfica de la sociedad es evidente. A día de hoy un 20% de la población residente en España, más de nueve millones de personas, tiene más de 65 años, y se espera que este porcentaje siga creciendo durante los próximos años. Al factor edad, debemos añadir diversos procesos sociales que aumentan la fragilidad de este colectivo.
Procesos como:
- la migración de los jóvenes en búsqueda de oportunidades laborales
- la gentrificación en determinadas zonas en las grandes ciudades
- el aumento de la esperanza de vida
y otros hacen que cada vez más haya personas mayores que viven solas y que no tienen una red cercana de apoyo para asistirles en caso de algún tipo de problema puntual o ayudarles en su día a día. Más de 2 millones de personas de más de 65 años viven en hogares unipersonales.
¿Cómo podemos tratar esta situación?
El enfoque más tradicional para el cuidado de ancianos ha sido el del cuidador familiar. Habitualmente las familias asumían el cuidado de sus mayores cuando estos dejaban de poder valerse por si mismos, mudándose en muchas ocasiones a casa de los hijos para que los cuidaran.
La situación laboral actual en la que los horarios se prolongan mucho, unido a que en muchas ocasiones, debido a la presión económica, no es posible vivir cerca del lugar de trabajo y hay que añadir un tiempo importante de viaje entre la residencia y el puesto de trabajo, ha ido derivando en la incorporación de la figura de la cuidadora, externa o interna, contratada por la familia y que se encarga de asistir a la persona cuidada en todas sus necesidades.
Otra opción es la de la residencia de mayores, a las que se mudan muchos ancianos sin ninguna red cercana que pueda ayudarles y donde son asistidos por personal cualificado, como auxiliares de geriatría, nutricionistas, enfermas, etcétera.
También existe la opción de la teleasistencia, en la que sin tener una cuidadora conviviendo con la persona mayor y sin internarla en una residencia, la persona mayor está conectada a una empresa de cuidados mediante medios telemáticos.
Todo esto son medios antiguos, del siglo XX y que no reflejan las posibilidades que nos brinda la tecnología a día de hoy para el cuidado de nuestras personas mayores.
Soffie, el siglo XXI llega al cuidado de ancianos
Con la tecnología actual es posible tener un cuidado en el hogar mucho más avanzado, que dé más libertad a las personas mayores sin perder un ápice de seguridad en que siempre van a estar bien atendidos. ¿Cómo hacerlo?
La respuesta es Soffie. Soffie utiliza la tecnología a la que estamos acostumbrados y que todos tenemos en casa y nos propone una nueva forma de cuidado. Con los sensores de presencia o de puerta Soffie detecta las rutinas en el comportamiento de las personas mayores y cuando algo se sale de lo normal, confirma si hay un problema o no con la persona cuidada y si es necesario nos alerta a nosotros sobre el problema para que podamos actuar en consecuencia.
Las posibilidades que ofrece Soffie son muchísimas. Puedes consultar todos los casos de uso actuales en nuestra página sobre casos de uso para el cuidado de mayores. Para cada caso de uso necesitarás unos dispositivos diferentes, que vienen descritos en él para asegurar el funcionamiento correcto.